Luna Rabiosa

El blog íntimo de Rafa Mollá

Amor de diez minutos

Miro el reloj: las 7:01, es demasiado temprano. Recorro el largo pasillo prácticamente vacío, con ganas de despejar la mente. Me siento en un rincón, saco el libro, necesito leer un poco, evadirme de mi alrededor, la historia de El siciliano, una de las novelas mafiosas de Mario Puzo, me hará olvidar que son las 7:05, es demasiado temprano:

“…El cabo había asistido a la escena medio aturdido, pero al oír las palabras, apretó sin vacilar el gatillo de su metralleta… Pisciotta se arrodilló junto al cadáver y dejó sobre el pecho un cuadrado de papel blanco… el papel decía: Así mueren los que traicionan a Giuliano…”

Son las 7:14, es demasiado temprano, levanto la vista de la historia tan abrumadora, mí alrededor se ha atiborrado de personas serias, tristes, cabizbajas, desconocidas… Me veo impresionado, de repente, por unos ojos brillantes, marrones, algo rasgados, me están clavando la mirada y me llega hasta el fondo ¿Qué estará pensando?

Empiezo a imaginar las manos, de esa preciosa morena, recorriendo mi espalda, sus dulces labios por mi cuello… Parpadeo, ella tuerce la cabeza con gesto de complicidad. ¿Nunca la había visto? Pero si siento como si la conociera desde siempre, como si supiera todo de ella, como si hubiéramos compartido mil y una batallas, vivido fascinantes e inolvidables momentos. Mi mente se retuerce pensando, ¿No la conozco? ¿Quién es? ¿Qué hago? ¿Me levanto? ¿Me acerco a ella? Son las 7:21, es demasiado temprano.

Pero ¿Y si no la vuelvo a ver? ¿Y si resulta que es mi alma gemela? ¿Amor a primera vista? Si yo nunca he creído en esas tonterías. Empiezo a sentir el cuerpo sudado, nervios, preocupación, confusión, agobio. Ella me sonríe, me alivia, es la sonrisa más bonita que he visto nunca a las 7:22, es demasiado temprano. Vale, está decidido, voy, tengo que ir, no puedo perder este tren; estoy harto de verlos pasar y no subirme a ninguno, harto de quedarme embobado y desaprovechar una y otra vez las oportunidades que me brinda el “destino”.

Son las 7:23, es demasiado temprano y el altavoz ruge con fuerza: “Próxima parada A.G.” ¡Mierda! Tengo que bajar del metro, el día comienza para mí y mis obligaciones me exigen tomar la decisión más importante de mi vida a las 7:24, es demasiado temprano para decidir nada. Dicen que todas las personas merecen volverse a ver una segunda vez en la vida. Tendré que esperar. Hasta siempre, hasta que nos volvamos a ver, amor de diez minutos…

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