Hay gente que pasa por la vida sin pena ni gloria, simplemente han hecho «lo que tenían que hacer». Saben que el mundo está lleno de injusticias, de calamidades, de desengaños, de frustraciones, y no se atreven a realizar las cosas que verdaderamente les gustaría. Esto les pasa primero por el qué dirán y segundo por el miedo a que no salgan como esperan. Y es que la caída es muy grande… Todas las personas viajamos en avión y tenemos aprensión a saltar.
Todo eso es cierto, pero yo quiero que cuando se acerque mi final, pueda echar la memoria hacia atrás y poder sonreír recordando todo lo vivido. Y no hablo de hacer algo importante para la humanidad, ni hacerme famoso, ni rico, nada de eso. Solo hablo de perseguir mis sueños, de no ser cobarde en mis decisiones, ni tener miedo al fracaso. Porque si es necesario saltar desde un avión en busca de la felicidad lo haré con los ojos bien abiertos, con el casco lleno de ilusión y por paracaídas mi esperanza y mi buen humor.
Además, me gustaría pensar, cuando llegue el momento, que he dejado huella. No me refiero en la tierra, sino a alguna persona. Aunque sea sola en una, aunque sea solo en ti, aunque sea solo un pequeño arañazo en la corteza del corazón. Y no por mis grandes proezas, sino por mis pequeños detalles. Y es que como dice Hugo Silva en alguna de sus papeles cinematográficos que ahora mismo no recuerdo: “No pienso quedarme aquí para que el viento me borre como un hombre de arena”.
Quiero vivir, reír, sentir, amar, follar, complacer, llorar de tristeza pero sobre todo de alegría. Añorar, soñar, buscar, viajar, descubrir, ayudar sin esperar nada a cambio. Disfrutar, pecar, saltar, bailar al son de tus latidos, cantar, gritar, berrear, jugar, perder, pelear, ganar, errar, gozar saliendo de un traspiés y sentirme libre. Y es que solo vamos a tener una oportunidad para que nos sucedan todas estas cosas. Si algo nos tiene que joder en esta vida que sea lo corta que se nos ha hecho.
